Actividades comunicativas: consideraciones generales
Necesidad de usar juegos de rol
¿Por qué en clase los alumnos de español no hablan mal, y en la calle se les da fatal? Porque las situaciones reales se caracterizan por un mayor grado de estrés e importancia, y menor tiempo disponible. De ahí que necesitemos crear en el aula situaciones dinámicas en ámbitos que sean importantes para el alumno, que requieran además unas reacciones rápidas y cierto grado de estrés.
Los juegos de rol pueden servir al propósito, pero tienen numerosos inconvenientes. Para un alumno no es fácil empezar a interpretar a un personaje en su propia lengua, y mucho menos en una lengua extranjera. De hecho, un porcentaje nada desdeñable de alumnos se niegan rotundamente a participar en este tipo de juegos, especialmente, las personas mayores o gente que tiene miedo al ridículo. En estos casos se les puede adjudicar otra tarea: por ejemplo, pedir que hagan de jueces/observadores o proponerles un rol parecido al que desempeñan en la vida real.
Los posibles roles son infinitos, pero los más populares son las relaciones entre clientes y dependientes y también las familiares. Cada persona ha sido hijo o hija, muchos han sido padres o saben cómo son. De la misma manera no hace falta ser actor para adoptar el rol de vendedor de una zapatería o su cliente.
Condiciones de éxito de una actividad
Es muy importante marcar objetivos muy concretos y limitar el tiempo. No vale dividir el grupo en parejas y decirles: “ahora la persona A es el padre, la B es la hija, y entre los dos tenéis que escoger un regalo a la madre”. En este caso no precisamos cuáles son las condiciones de éxito: o sea, en qué momento la actividad puede considerarse terminada y con qué puntuación. Para crear las condiciones de éxito hay varios procedimientos:
- Distribuir previamente un cuestionario que al final de la actividad tienen que tener completado
- Ofrecer una serie de recursos entre los cuales hay que escoger algunos
- Proponer varias metas que tienen que haberse conseguido al final de la actividad
Los cuestionarios por lo general funcionan muy bien, y son perfectos para el juego de rol “entrevistadores” o “espías”. Ser entrevistador es fácil, se trata de hablar con otros compañeros sin fingir ser otra persona. Pero los cuestionarios valen también como apoyo y criterio de evaluación para muchos juegos de rol. Por ejemplo, si el padre tiene una lista de tareas domésticas y el hijo, una lista de preferencias, la actividad puede consistir en ponerse de acuerdo quién realiza cada una de las labores listadas (marcando las respuestas en la lista).
Las actividades de recursos limitados son muchas y muy populares gracias a su facilidad de organización. Normalmente, se presentan unos 10 recursos y cada rol se sobreentiende que va a optar por un subconjunto específico.
Ejemplo 1: hay 10 electrodomésticos (cada uno con su precio) y un presupuesto familiar limitado (pongamos, 1200 euros). La familia consta de los padres, hijos y la abuela. En 5 minutos tienen que ponerse de acuerdo sobre los productos que van a comprar y marcarlos en una lista (por votación).
En este caso el abuelo seguramente optará por un televisor, mientras que el niño probablemente prefiera una Playstation. Aunque también se pueden adjudicar los intereses previamente.
Ejemplo 2: nos vamos a una isla desierta y de las 10 cosas listadas sólo nos podremos llevar 5. Hay que argumentar por qué (completando la ficha). En este caso todos desempeñan el mismo papel de aventureros y opinarán según les aconseje su experiencia de viajes reales e imaginarios.
Las actividades de metas son las más sencillas: se trata de comprar una serie de alimentos en distintas tiendas, escoger unos zapatos en distintas zapaterías, crear un anuncio publicitario, etc.
Los roles en estas actividades suelen estar asociados a las tareas reales de distintas profesiones: dependientes, jefes, clientes, diseñadores, periodistas… Otra vez la precisión descriptiva es un elemento clave: si intentamos imitar la adquisición de unos zapatos en una zapatería hay que poner al menos 3 zapaterías precisando qué marcas, colores, tallas y precios son disponibles, y para cada cliente, una descripción detallada de lo que quiere comprar.
Reconversión del aula
Otro factor negativo en la realización de actividades comunicativas es la rutina que obliga al alumno a ver el ámbito de la clase como un espacio “marciano” que poco tiene que ver con la vida real. “En el aula se estudia, pero no se habla”, esta es la impresión que tiene la mayoría de los alumnos. Convertir el aula en una tienda, un salón de actos o una feria será una tarea ardua pero gratificante, porque al recrear un determinado ambiente resultará mucho más sencillo desempeñar el rol correspondiente.
En las actividades con niños pequeños es recomendable que elaboren ellos mismos los decorados: carteles publicitarios, rótulos de las tiendas o hasta se les puede pedir que vengan disfrazados. Con adultos, la responsabilidad recae sobre el profesor. Pero aun así, parte del material se puede elaborar en clase, y aprovecharlo, además, para que los alumnos aprendan el léxico de las manualidades (recortar, pegar, colorear…)
Involucrar al alumno en la actividad
La mayoría de los alumnos, sobre todo, los orientales, vienen a clase con la intención de recibir. Al principio muy pocos están dispuestos a dar: sean opiniones, ideas, buen rollo... En parte esta actitud proviene de la idea de que la participación del alumno carece de importancia, y hasta es inoportuna – idea fundamentada en años de experiencia académica totalmente vertical. Redistribuir el espacio de la clase reemplazando la verticalidad por la horizontalidad enseñará a los alumnos dos cosas fundamentales: escuchar a los demás y dar.
Los estudios muestran que el porcentaje medio de la participación del profesor suele superar el 50%, mientras que en Oriente supera el 95% del tiempo de la clase. Sin embargo, para que el alumno se sienta útil e involucrado hace falta reducir la participación del profesor hasta el 25-30% del tiempo de la clase. Esto se consigue sólo si cambiamos el tipo de actividades.
Control por parte del profesor y el interés del alumno.
El contrargumento más fuerte que se esgrime cuando se habla del trabajo en grupos es la dificultad de controlar la producción de los alumnos y el riesgo de que acaben hablando en su propia lengua. Hay varias recetas para evitarlo: la necesidad de presentar algo al final de la actividad; la introducción de un revisor del grupo contrario que descuenta puntos por hablar en su LM; la redistribución de los grupos a lo largo de la actividad.
El primer caso es el más frecuente: puede tratarse de elaborar un informe, un proyecto, una serie de argumentos, un anuncio o cualquier otro texto que se leerá al final. La segunda opción puede ser interesante si los grupos son numerosos: el intruso/espía no sólo deberá apuntar las ideas del grupo contrario, sino también anotará sus fallos y todas las veces que han recurrido a la lengua materna. Por último, la opción de la redistribución es fantástica en grupos muy numerosos. Se trata de organizar la actividad en dos fases. En la primera, cada grupo realiza una tarea (por ejemplo, crear un máximo número de argumentos a favor o en contra de una determinada idea). En la segunda, se forman grupos nuevos en los que hay uno o dos participantes de cada uno de los grupos anteriores. Sabiendo que después cada uno de ellos tendrá que exponer su argumentación ante sus compañeros, la participación aumenta notablemente.
Por supuesto, el profesor durante la actividad va merodeando por el aula intentando controlar la actividad, aunque es recomendable que participe como uno más en cada grupo: dando ideas, contraargumentando o dando el visto bueno al contenido, pero muy raras veces corrigiendo la parte gramatical (sólo si la actividad lo requiere).